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Alejandro Magno
Filipo de Macedonia fue asesinado en Ega, la antigua capital de su reino, en octubre del año 336 a. de J.C. Por aquellos días, Alejandro, su hijo, acababa de cumplir los veinte años. A su vez, Alejandro murió en junio del 323, o sea doce años y ocho meses después de su padre. En este corto período de tiempo conquistó un imperio enorme, recorrió grandes distancias, peleó en persona en dificilísimas campañas y siempre con un mismo propósito: el de extender su poder sobre tierras asiáticas. Alejandro era hijo de Filipo y de Olimpia, dos temperamentos que podrían definirse como un hombre de claro talento y una mujer de personalidad turbulenta. Filipo queda bien retratado en la Historia: es astuto y emprendedor, ambicioso y perspicaz; aprovecha siempre el momento oportuno para sus fines, nunca deja perder la ocasión ni llega nunca tarde; es despiadado y violento, pero conoce el valor de las ideas...
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